Veintiséis miradores, ocho museos y centros de interpretación y más de 180 km de senderos son la mejor opción para adentrarse en las Montañas do Courel. El Geoparque ofrece una oportunidad única de acercarte a una singular geología y asombrosa biodiversidad, con las que convive el ser humano desde la prehistoria. Cuarcitas blancas y oscuras pizarras destacan entre la inmensidad de las rocas paleozoicas del Geoparque, deformadas hace unos 350 millones de años en grandes pliegues acostados como el que se puede admirar en la sección de Campodola – Leixazós, punto de interés geológico de relevancia internacional protegido como Monumento Natural. El interior de nuestras rocas esconde fósiles de hasta más de 500 millones de años, mientras que sobre ellas discurren senderos que te llevarán a través de profundos valles fluviales y escarpadas laderas hasta conocer el legado de los antiguos glaciares. Todo ello disfrutando de bosques autóctonos de castaños, rebollos y abedules, cuyo color varía con las estaciones, y que conviven con hayas, encinas y una gran variedad de orquídeas amantes de los terrenos calcáreos. A sus pies, existen kilómetros de cuevas habitadas por los osos cavernarios en el pasado. En contraste, en el sur te sorprenderán nuestros olivos, cerezos, naranjos y alcornoques, de carácter más mediterráneo. Las Montañas do Courel fueron testigo de la llegada de los romanos hace 2.000 años, cuyo asombroso legado incluye 66 castros, más de 100 minas de oro y más de 5 km de canales de agua.
También destaca un gran puente romano y un túnel excavado para nada menos que desviar el río Sil. El oro dio paso a castillos, abadías e iglesias construidas muchas de ellas con distintivas rocas locales o traídas de lejos. Metales como el hierro y el antimonio enriquecieron a nuestros antepasados, dejándonos un interesante patrimonio minero. Sin duda, la Ruta de las Aldeas Paleozoicas es la mejor forma de viajar y conocer de primera mano la arquitectura tradicional de nuestras aldeas de montaña, con muros y tejados de piedra, y balcones y pasadizos de madera. En pie y en piedra también se conservan molinos harineros, sequeiros de castañas y hornos de cal que sustentaron las economías más rurales, mientras que actualmente se labran finas pizarras para techar los tejados de media Europa. No podrás marcharte sin degustar la rica gastronomía local y los sabores únicos de nuestros vinos, aceites, castañas, mieles y frutas como la cereza.
Tradicionalmente las colmenas se albergaban en albarizas, singulares construcciones pétreas para protegerse, entre otros, del oso pardo, que actualmente está regresando para quedarse eternamente en las Montañas do Courel.